‹‹⿻Sun Wukong / Historia ››

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Wukong nació con un don innato en las tierras orientales del Imperio de Kansai: una fuerza asombrosa que no precisaba de entrenamiento alguno para manifestarse. En lugar de alistarse en un ejército o buscar la gloria en combates, eligió la senda de la paz y dedicó su juventud a la vida monástica, recorriendo los templos mientras socorría a los desamparados que hallaba por el camino. Nunca se tomó en serio los enfrentamientos, y cuando se veía obligado a combatir, solía burlarse con ligereza de sus rivales, seguro de que nadie podría vencerlo. Aquella despreocupación resultaba tan divertida como desconcertante para quienes lo rodeaban.

Durante sus viajes, Wukong se forjó un renombre de buen samaritano, solucionando disputas entre aldeanos o ayudando a quienes sufrían los estragos de la pobreza. Nadie entendía cómo era posible que aquel joven, sin formación militar, se desenvolviera con tanta facilidad en las escaramuzas. Y es que, para él, todo era un juego, un reto más que superar. Sin embargo, su visión de la vida dio un vuelco radical cuando una banda de orcos estuvo a punto de asesinar a sus padres en un ataque sorpresa.

Semejante amenaza transformó su despreocupación en determinación. El monje risueño que había sido hasta entonces se convirtió en una fuerza protectora: se dio cuenta de que la violencia, aunque lamentable, podía ser necesaria para salvaguardar a los inocentes. Sus hazañas pronto llegaron a oídos del Emperador Shinetsu, quien, fascinado por la habilidad y la nobleza de Wukong, lo proclamó héroe nacional, encargado de defender a los indefensos.

Wukong, sin renunciar a su vida religiosa, aceptó el honor y pasó a servir como guardia personal del Emperador. Sus deberes consistían en velar por la seguridad del soberano y, al mismo tiempo, recorrer las fronteras de Kansai para socorrer a los más necesitados. Aquellos que alguna vez lo consideraron una anomalía o un simple vagabundo, pronto se dieron cuenta de que su corazón bondadoso y su increíble fuerza eran piezas clave para mantener la armonía en el Imperio.

Al día de hoy, Wukong se mantiene fiel a su juramento de proteger sin buscar gloria ni alabanzas. Con un sentido del humor indomable y sus dotes sobrenaturales, se planta como un escudo viviente ante cualquier injusticia. Continúa siendo un monje errante al que las formalidades le resultan extrañas y superfluas, pero que, bajo su apariencia irreverente, alberga un genuino compromiso con su gente y con la paz de Kansai.