‹‹⿻Lilith Meriador / Historia ››

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Lilith nació en el seno de una familia noble de Lothric, pero su vida dio un giro trágico antes de que pudiera recordarlo: sus padres fueron asesinados cuando ella apenas era un bebé. Su tío Azoth, con el corazón destrozado, decidió protegerla y criarla como si fuese su propia hija. Nadie dudaba de que ese día marcó el rumbo de su existencia, pues la sed de justicia y el afán por librar a su reino del mismo destino que sufrieron sus progenitores se encendieron en su interior sin siquiera ser consciente de ello.

Desde que tenía seis años, Lilith entrenó junto a dos amigos inusuales: Trancos, un humano de pasado misterioso, y Khîlir, un joven enano noble de Noldor—un aliado de Lothric. Bajo la supervisión férrea de su tío Azoth y siendo Lilith la menor de los tres por una diferencia apreciable, aprendieron juntos los fundamentos del combate y la estrategia: Lilith se inclinó por el arco y las armas a distancia, destacando rápidamente por sus reflejos y puntería. Mientras algunos niños jugaban en las calles, ella perfeccionaba la manera de tensar la cuerda y ajustar la mira, decidida a no dejarse vencer por la tragedia que marcó su vida.

Con el paso de los años, su crecimiento no sólo se reflejó en el ámbito marcial, sino también en su carácter. Lilith era de esas personas que, tras las clases con sus maestros de armas, bajaba con entusiasmo a los muelles para ayudar a los pescadores o se ofrecía a las ancianas del mercado para tender la ropa. Muchos la veían limpiar con sus propias manos el barro de los tablones o recolectar provisiones con una sonrisa cálida, y eso le ganó el corazón de la plebe, que pronto la apodó “La luz de la tarde”, pues llegada la hora del ocaso, solía aparecer para brindar apoyo y compañía.

Su tío Azoth observaba con orgullo cómo la niña a la que salvó crecía con una nobleza y humildad que recordaban a sus padres. Era muy protectora con sus compañeros Trancos y Khîlir, y esa armonía fraguada entre los tres amigos se convirtió en el eje de sus juventudes. A medida que Lilith crecía, las expectativas del pueblo sobre ella aumentaban: todos vislumbraban en su mirada un propósito que iba más allá de ser simplemente otra noble más; veían la llama de alguien que aspiraba a algo grande y verdadero.

Con 26 años, Lilith tomó la decisión que marcaría un antes y un después en su destino: partir a su primera batalla junto a su tío Azoth y sus amigos de toda la vida. Estaba resuelta a no sólo pelear por el honor de Lothric, sino a devolverle la grandeza que merecía, a exterminar a las criaturas que amenazaban a su gente y a vengar a sus padres para siempre. Determinada y valiente, Lilith aspiraba a ser la figura que su pueblo necesitaba: una joven entregada a la causa de su nación, dispuesta a cargar con el peso de los sueños y las tragedias que forjaron su camino.